
8 de julio
A los 89 años de edad falleció el psicólogo social Alfredo Moffatt, figura central de la lucha contra la brutalidad institucional y pionero de la desmanicomialización, sus ideas, al igual que sus experiencias alternativas en salud mental son motivo de estudio en toda Latinoamérica y países de Europa. El Santo Patrono de locos, linyeras, villeros y pibes de la calle.
Alfredo Moffatt nació el 12 de enero de 1934 en el Hospital Rivadavia de Buenos Aires, la misma ciudad de la que se despidió este 2 de julio de 2023. Solía decir que se especializó en pobres y locos, y como de un tiempo a esta parte la Argentina enloqueció y se empobreció en proporciones abismales, se jactaba de tener un oficio muy solicitado, aunque muchas veces muy mal remunerado.
Recuerdo que cada vez que yo llegaba a su casa lo saludaba con un efusivo ¡Doctor Moffatt!, exagerando un marcado acento neoyorquino al que respondía al instante como quien se alista a su puesto de combate. Porque así lo saludan las enfermeras cada mañana que ingresaba al Maimonides Hospital of Brooklyn, donde trabajó en un programa de psiquiatría comunitaria orientado a la externación de pacientes a partir del modelo que Maxwell Jones implementó en un pequeño hospital rural de Escocia y que se conoció como Comunidad Terapéutica.
A su regreso al país en 1971, volvió a la Escuela de Psicología Social de su mentor, el doctor Enrique Pichón Rivière que lo había adoptado como un “hijo putativo” y a quien cuido hasta el mismo día de su muerte. Durante los 10 años que trabajó junto al célebre psicoanalista comenzó a construir los cimientos de su propio modelo de la psicología social, a la cual denominó Terapia de Crisis.
En la despedida que familiares, amigos y alumnos realizamos en el Salón Cortázar de la Biblioteca Nacional, la psicóloga Alicia Stolkiner recordó con sus palabras la intervención en el V° Congreso de Psiquiatría organizado por la combativa Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) en 1972 celebrado en el local del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, frente a un auditorio hegemonizado por la narrativa freudo-marxista de esos años, resaltó la necesidad de crear una Psiquiatría Nacional, que se ponga los guantes de combate frente al dominio de la oligarquía, el imperialismo yanky y la colonización intelectual a la que nos someten desde los centros de estudios del primer mundo. Posiciones que luego presento por escrito en la Revista “Hoy de Servicio Social” y desarrollo ampliamente en su libro más conocido “Psicoterapia del Oprimido. Ideología y técnica de la psiquiatría popular” (1974).
A lo largo de su extensa carrera recorrió la Argentina y trabajó en Brasil dónde su obra alcanzó un importante reconocimiento y contribuyó a la lucha del movimiento por la reforma psiquiátrica que en el año 2001 logró la sanción de la ley 10216 e inspiró transformaciones en la región, como la ley Nacional de Salud Mental Argentina. A fines de 2021, en una de sus últimas apariciones públicas asistió al “V Encuentro Federal de Derechos Humamos”, en el ex centro de torturas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) donde fue distinguido por su trayectoria en el campo de la Salud Mental y los Derechos Humanos. Ocasión en la que se conmemoró y se reconocieron los aportes de experiencias como la “Peña Carlos Gardel” (1971-74) pionera en un nuevo tipo de abordaje que articuló la Comunidad Terapéutica con los grupos, las cooperativas de trabajo, el teatro popular, la universidad obrera, el baile y el método “para tratar psicóticos” del Choripidol, que no era otra cosa que el choripan mariposa criollo. Continuada por “El Bancadero” (1982), una mutual de asistencia psicológica en una casona reciclada que asistió a más de 3.500 personas para re elaborar el terror psicológico impuesto durante la dictadura cívico-militar y la crisis del proyecto de vida generada por el desencanto y la decepción del nuevo sistema democrático.
Con el proyecto de la “Cooperanza” (1983) volvió al Hospital Borda tras su exilio latinoamericano, donde renovó la propuesta de la Peña e incentivó a la creación de otras propuestas como “Radio La Colifata” (1991), y frente al colapso neoliberal llevó el modelo de “Las Oyitas” (2001) a las villas miseria de La Matanza. Coordinó grupos de asistencia a sobrevivientes y familiares de la tragedia de Cromañon (2004), así como también se recordó sus primeros pasos en la experiencia de comunidad terapéutica realizada en el Hospital José Estévez (1968) de Lomas de Zamora, bajo la dirección de Wilbur Ricardo Grimson, ahí creo el “Club la Esperanza” donde las internas contaron con un espacio destinado al festejo popular, el baile y el canto, el teatro y un emprendimiento de pastelería como dispositivos de resocialización.
Aún no sabemos el tiempo que será necesario que pase, para que nuevas generaciones (y otras no tantas) descubran la dimensión de su figura y de su obra, que en muchos aspectos igualó y hasta superó a la del propio Pichón Rivière. Su comprensión de los seres humanos, lo comunitario, la salud y la realidad social, lo ubicarán junto a otros grandes pensadores de la historia de los pueblos del tercer mundo, como Paulo Freire, Rodolfo Kusch, Ignacio Martín-Baró, Frantz Fanon y Enrique Dussel.
Y ahora me pregunto qué pasara cuando empecemos a quedarnos solos y nos inunde el frío de los poemas de Juan Gelman y que solo Buenos Aires sabe tener. Mientras escribo estas líneas escucho a Johnny Cash cantando “En lo que me convertí / Mi más dulce amigo / Todos se van / al final”.
¿Y nosotros? ¿Ahora que ya no estás?
¿Y Villa Palito? ¿Y los locos?
¿Kafka, Evita y Perón?
Rodrigo, un querido anarko-punk de Laferrere que lo cuidó hasta las últimas horas, me contó que Alfredo ya se había despedido de todos y de todas. “Muchachos, yo ya viví”, dice que fueron tus palabras, sabias, profundas, porque vos ya hace rato venías ensayando, esto de jugar a la muerte, que de tan humano es el juego, que hasta le perdemos el miedo y me recordé esas frases que decían que mientras más grande es mi proyecto, más grande es mi esperanza y esa es la mejor forma de recibir a la muerte. Ahora ella, de seguro, estará tentada, riéndose de este mundo junto a vos.
Gracias maestro por habernos cambiado la vida.
Para Malena Moffatt, los locos y toda la comunidad moffatteana de nuestramérica.
Fuente: contrahegemoniaweb.com.ar / Foto: Biblioteca Nacional