Territorio

Argentina. Incendios en la Patagonia: Torres y Bullrich mienten y relanzan campaña antimapuche

21 de enero

Lamentablemente, los incendios en la cordillera patagónica argentina son demasiado frecuentes y siempre dejan en evidencia la ineficiencia o el desinterés de los sucesivos gobiernos para prevenir esta tragedia ecológica. Entonces, cuando el fuego se extiende sin control y solo queda esperar que llueva, los políticos de la casta blanca y racista recurren a un libreto remanido, falso y previsible: acusan a la RAM y hablan de terrorismo. Así, quitan la responsabilidad al gobierno provincial de turno, refuerzan su política racista y justifican la militarización de la zona para proteger “la libertad y la propiedad privada”.

En estas horas, muchos medios nacionales y provinciales reproducen las acusaciones de Torres, apoyadas enfáticamente por Bullrich (obvio). El gobernador de Chubut dice que la RAM actuó en venganza por el desalojo de la Lof Pailako del Parque Nacional Los Alerces. En contraste, no tienen la misma repercusión las declaraciones de los vecinos y vecinas de las zonas afectadas, quienes aseguran que los mapuche no están relacionados con los incendios. En Epuyen, por ejemplo, se sabe que la causa fue un chispazo de una amoladora, que alcanzó uno de los tantos pinos que crecen sin control. Las causas en los otros incendios no están determinadas todavía. Como pasó en ocasiones anteriores, cuando las cenizas estén frías y el tema ya no esté en la agenda, habrá un informe oficial indicando diversas responsabilidades (una red eléctrica mal mantenida por el Estado, el descuido de un turista, quizá la acción intencional de un pirómano), pero no sé habrá comprobado ningún vínculo directo entre el pueblo mapuche y los incendios. Y ni Torres ni Bullrich se rectificarán públicamente ni se disculparán con la comunidad originaria.

Para muchas personas incautas y desinformadas, los incendios cordillerana quedarán relacionados con los mapuche. La memoria colectiva alimentada por los medios de comunicación dominantes está plagada de vacíos, contradicciones y prejuicios.

Con el fin de explicar y denunciar esta campaña racista, reproducimos una nota publicada hace dos años. Lamentablemente, no ha perdido actualidad.

La campaña antimapuche: la mentira detrás de los incendios
Otra vez, un incendio en la cordillera patagónica, al sur de El Bolsón. Otra vez, el sufrimiento de los vecinos y el daño fatal a la naturaleza. Un dolor demasiado repetido. Y nuevamente queda en evidencia una realidad innegable: la insuficiencia de los dispositivos oficiales para combatir este flagelo y la heroicidad de los brigadistas, siempre en la primera línea (y siempre mal pagos).

Como ocurrió en ocasiones anteriores, los grupos de derecha aprovechan los incendios forestales para continuar con su campaña antimapuche. La prensa cómplice hace su parte y, sin chequear fuentes, respalda cualquier rumor que señale a los mapuche como culpables del desastre.

Hace dos años, Patricia Bullrich, Miguel Pichetto y el senador rionegrino Alberto Weretilneck culparon públicamente a la RAM de provocar ese gran incendio. La investigación después descartó que se haya tratado de un incidente intencional: la causa más probable fue el mal estado de la línea eléctrica (la falta de un adecuado mantenimiento). Pero Bullrich, Pichetto, Weretilneck y la prensa asociada nunca pidieron disculpas ni reconocieron su error. En realidad, para ellos, no fue un equívoco: simplemente, habían decidido mentir porque culpar a los mapuches sin pruebas no tiene castigo, es una práctica impune y, desde su perspectiva, siempre redituable. La difamación sirve para reforzar liderazgos de esa derecha blanca y colonialista que sigue pidiendo la extinción del “enemigo mapuche”.

Ahora, como esa vez, también hay panfletos apócrifos y el mismo odio acicateando los temores y la ingenuidad de la gente. Es un campo semántico que se reactiva en cada oportunidad: “mapuche”, “usurpador”, “violento”, “terrorista”, “delincuente”, “incendio”, “destrucción”. Una red de significados que es utilizada para estigmatizar un grupo social, para deslegitimar sus reclamos y para ocultar la verdad: es un pueblo que preexistía en esta región mucho antes de que llegara la colonización europea, los diezmara y les quitara sus tierras. El Estado argentino se construyó sobre el despojo y el genocidio. Es el verdadero usurpador.

Ese discurso negacionista se levanta como un muro para impedir ver de manera global el conflicto. La voz del mapuche es la de un terrorista, la de un invasor que vino de Chile. No hay más que discutir ni analizar. “Cárcel o bala”, dijo José Luis Espert ante el semblante entusiasta de políticos y empresarios de la región.

Estas noticias culpando injustamente a ese enemigo interior, a ese grupo terrorista, sirven para que una gran cantidad de lectores y de usuarios de redes sociales respondan exigiendo mano dura para “traer paz a la región” y “defender la patria”. Caldo de cultivo para una violencia represiva que se manifiesta en diferentes niveles. En el nivel macro, el Estado desoye los reclamos y, así, logra que las protestas de los pueblos originarios sean cada vez más activas y visibles. No se puede vivir esperando. En el nivel micro, el odio se replica en posteos de Twitter y Facebook y carga las armas de las fuerzas de la seguridad y de varios imbéciles que quieren demostrar su argentinidad a los balazos.

Así, se pretende lograr que el vecino común, el ciudadano de a pie, “doña Rosa” (decía Neustadt) se convenzan de que el invasor es el mapuche y no gente como Joe Lewis o la familia Benetton.

Cualquiera que conozca mínimamente la cultura mapuche jamás creería que algún “grupo radicalizado” incendie las viviendas de sus paisanos, las casas de gente común, los bosques nativos. El pueblo mapuche tiene un vínculo sagrado con la tierra.

Las mentiras se expanden tanto como las llamas. La diferencia es que el daño que causan es más invisible y duradero. Todo esto está calculado, es parte de un plan. Quieren continuar con los negocios inmobiliarios en la región y allanar el camino a inversionistas extranjeros. Quieren reducir al pueblo mapuche a elemento pintoresco para turistas extranjeros, a residuo del pasado. Y, en términos generales, quieren disciplinar al pueblo para que acepte el despojo de los bienes naturales.

En Chubut, no le perdonan al pueblo mapuche su férrea oposición a los repetidos intentos de imponer la megaminería.

Entonces, es un deber levantar la voz y denunciar esta campaña ruin y malintencionada.

Contrahegemonia.

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