Chile: “A un Año de la Guerra de Piñera”
“¡¡Estamos en guerra contra un enemigo invisible, poderoso e implacable, que no respeta a nada ni a nadie!!”. Con esta frase, el 19 de octubre de 2019 Sebastián Piñera, le declaró la Guerra a los chilenos, estableciendo el Estado de Emergencia, y por tal motivo sacó a los militares a la calle, con la subsiguiente secuela de innumerables casos de violación a los DDHH. Si nos ceñimos estrictamente a lo que señala la Constitución, el Estado de Emergencia solo implica restringir el derecho de circulación y de reunión, pero tanto Carabineros como las FF.AA. tomaron al pie de la letra las declaraciones del presidente y actuaron como si realmente estuvieran ante un escenario bélico, aplicando la vieja Doctrina de Seguridad Nacional que concibe la lucha con un enemigo interno, y por esto realizaron detenciones arbitrarias, torturas y vejámenes de todo tipo en contra de la población civil.
Hoy, casi un año después, y luego de una exhaustiva investigación, el fiscal Guerra ha señalado que tras la revuelta social, no hubo ninguna intervención extranjera, otra aseveración que Piñera repitió por todos los medios hasta el hartazgo, aunque nunca mostró ninguna evidencia que apoyara su acusación. Nunca existió la supuesta intervención chavista-bolivariana-anarco-cubano-ISIS-Hezbollá-coreanaK-Pop,y todo fue un burdo montaje para justificar toda clase de atropellos por parte de las FF.AA. y para desmovilizar a la población. Aunque, para ser justos, no solo Piñera cayó en esa paranoia, y mucho representante del Partido del Orden (Derecha +Concertación), también repitió afirmaciones semejantes casi como un mantra. Eso solo dejó de manifiesto la total desconección entre la clase política respecto de las necesidades, carencias y sentires de una gran mayoría de los chilenos. Los manifestantes autoconvocados en la Plaza Dignidad (o Plaza Baquedano para los más nostálgicos o los más reaccionarios) eran personas comunes y corrientes, muy lejos de la imagen de grupos antisistémicos que quisieron instalar los medios de comunicación: mucha clase media precarizada, muchos estudiantes, pobladores, garras bravas, colectivos feministas, artistas de variadas disciplinas, deudores del CAE, profesionales, simpatizantes de la causa indígena, vendedores ambulantes, batucadas de todo tipo, y la tía Píkachu.
Toda persona bien nacida pediría disculpas después de haber acusado a buena parte de sus conciudadanos de ser terroristas, pero sabemos que estamos ante el sociópata de Piñera, y él no lo hará, pues incluso desestimó todos los informes de organismos internacionales que señalaron que en Chile se han violado los DD.HH. Solo espero que el presidente no vuelva a declararle la guerra al pueblo para justificar su inoperancia política, pues con cada violación a los DD.HH. solo está consolidando su lugar en el Memorial de la Infamia. Para finalizar, puedo señalar que fui a varias de esas marchas, por dos razones: como una forma de hacer “observación participante” y no quedarme con las mentiras que relataban los medios, y porque comparto plenamente la principal demanda que enarbolaban los manifestantes, “Dignidad”, un concepto que expresaba, entre otras cosas, el hastío ante tanto abuso, tanta desigualdad y la necesidad de mayor respeto. Si el proceso constituyente no repara en estas demandas básicas, será imposible construir una comunidad política que nos hermane, por más que se redacte una nueva Constitución. Quizás muchos aun prefieren seguir creyendo que los manifestantes fueron pagados por una potencia extranjera, tal como reiteraba Piñera el año pasado al momento de comenzar su “Guerra”. A todos ellos, les puedo asegurar que, hasta el día de hoy, aun no me llega ningún cheque del Banco de Venezuela.
Cristián Martínez Arriagada
Cientista Político
Fuente: Prensa Opal