Noticias | septiembre 1, 2023

Argentina. Palabras para recordarla. Emilia Ferreiro: la alfabetización no es un lujo, es un derecho


Domingo por la tarde se informó la noticia. Amigos, compañeros y compañeras de ruta, sindicatos y toda una comunidad educativa despide a Emilia. Muchas docentes que tienen o tuvieron a su cargo salas en escuelas infantiles o en primaria, en primer ciclo, primero, segundo y tercer grado, donde la cuestión de la lectura y escritura es tan importante, la recuerdan y referencian por sus aportes a una teoría que revolucionó la forma de pensar la alfabetización.

Nació en Argentina en 1936. Era psicóloga, educadora. Se doctoró en la Universidad de Ginebra, donde realizó su tesis bajo la dirección de Jean Piaget. Ferreiro es reconocida internacionalmente por sus contribuciones a la comprensión del proceso de adquisición de la lengua escrita. Ha dado conferencias en varios países de América Latina, Canadá, Estados Unidos, Europa, etc. Su obra y su trayectoria como investigadora ha sido distinguida por universidades y organizaciones educativas de todo el mundo.

Era una intelectual comprometida, y que trabajó con rigor científico, y con la cabeza puesta en el entorno social. Mientras estudiaba, elaboraba, investigaba, aportó a mejorar las condiciones de alfabetización de los sectores marginados urbanos y rurales de América Latina.

Fue formadora de maestras y maestros, sus textos circularon masivamente en profesorados, facultades y en la capacitación docente. Transformó, con sus ideas, teorías y cuestionamientos, a muchas escuelas en laboratorios de producción de conocimiento, de exploración, de trabajo colectivo a favor de enseñar aprendiendo y aprender enseñando.

Especializada en una mirada profunda sobre la escritura en niños y niñas pequeñas, propiciaba la idea de que ellas y ellos no pueden dejar de aprender porque no pueden dejar de crecer, y que están ávidos por entrar en los mundos desconocidos. “Hay escritores en potencia de 4 a 12 años que pasan desapercibidos o, peor aún, son desautorizados porque el maestro sólo es capaz de ver la ortografía desviante”, decía.

En 1970, después de formarse en psicología en la Universidad de Buenos Aires, estudió en la Universidad de Ginebra, donde además trabajó como investigadora asistente y colaboradora de Hermine Sinclair, Bärbel Inhelder y Jean Piaget, y obtuvo su doctorado bajo la supervisión y orientación del insigne epistemólogo suizo. Retornó a Buenos Aires, en 1971, donde formaría un grupo de estudios sobre alfabetización, y además publicó su tesis de doctorado: Les relations temporelles dans le langage de l’enfant (Las relaciones temporales en el lenguaje del niño). Las innovaciones que ese texto produjo en la época fueron la introducción de una lectura novedosa de la teoría de Piaget, la utilización de conceptos de psicología genética, la realización de una investigación empírica desde el método piagetiano y, como dijimos, la localización del problema del acceso a la lectoescritura y su relación con el fracaso escolar involucrando aspectos como la pobreza y la desigualdad social en América Latina.

Estas investigaciones, sus lecturas sobre Piaget y el grupo que había formado de alfabetizadoras e investigadoras se dan en un particular momento histórico: la investigación se inicia es entre dictaduras, la de Onganía. El grupo de investigación era totalmente femenino, de psicólogas y pedagogas de renombre como Ana Teberosky, Alicia Lenzi, Susana Fernández, Ana María Kaufman y Delia Lerner.

Ya en 1966 emigró junto al que era su marido, el epistemólogo Rolando García, tras la Noche de los Bastones Largos. El posicionamiento y la acción política llevada a cabo por intelectuales y universitarios en aquellos momentos enmarcan el trabajo de Emilia, que fueron militantes activos antes y durante los años ´70, lo que le valió el exilio definitivo, primero en Suiza, luego en México.

Hoy, la discusión se limita a rimbombantes titulares que hablan de los “fracasos educativos” en la comprensión lectora. Sacan conclusiones de evaluaciones estandarizadas que miden la cantidad de palabras por minuto que es capaz o no de leer un estudiante. Frente a estos planes, que además se improvisan, cambian con cada gestión o incluso dentro de la misma, mecánicos, recordamos una idea, simple pero punzante: “los niños tienen la mala costumbre de no pedir permiso para empezar a aprender”. Emilia Ferreiro puso en cuestión, al cuestionar los métodos, verdaderamente la noción de “tabula rasa” atribuida al estudiante.

Pero quienes estamos en el aula sabemos que, en vez de abordar estas problemáticas desde una perspectiva profunda, social e histórica, con planes y investigaciones, se lo hace profundizando la meritocracia y el emprendedurismo, con marcos teóricos que recogen, en el caso de los que hay pretensión de fundamentación, un reduccionismo sobre las neurociencias aplicadas directamente a programas de lectura y escritura. En general son planes de medición de lectura de palabras con un cronómetro y allí está el éxito o no de un proceso de alfabetización y donde los debates sobre métodos de enseñanza también se reducen a una “grieta” de formas y aplicaciones.

Y ahí hay otro punto del que agarrarnos de cada entrevista o publicación que hizo Emilia Ferreiro, porque otorgaba un lugar clave al rol de educadores y educadoras, no solo en lo propio del aula, si no de su propio acceso al conocimiento, a la información, a la formación y a la participación activa en los planes, en las decisiones, en ser parte de lo “público”. Planteaba la necesidad de pensar al educador como constructor de conocimiento, en un rol activo en las propias condiciones sociales.

Su trabajo es un arma de doble filo para pelear por una pedagogía que tenga como sujeto a la niñez, sus deseos, posibilidades, progresos y propios tiempos y una pedagogía donde la enseñanza de la lectura y la escritura permita libertades, permita soñar y pensar sus propios destinos, unido a un contexto, un determinado marco histórico, social y cultural.

Partía de la premisa que todos los niños y las niñas pueden aprender, siempre y cuando se trabaje sobre las condiciones: profesionalización de la docencia, como contracara de la sobrecarga de tareas burocráticas, sobrecarga laboral, falta de acceso a la cultura, a la ciencia, a la literatura. Contemplar el saber del niño y la niña. Sacar la idea de fracaso ligado al que aprende (la idea que fracasa el escolar y no la escuela).

Para Ferreiro: “Leer y escribir son construcciones sociales. Cada época y cada circunstancia histórica da nuevos sentidos a esos verbos”. Y “el 80% de la población mundial vive en zonas de pobreza. Sabemos que ese 80% conjuga todos los indicadores de dificultad para la alfabetización: pobreza endógena y hereditaria; baja esperanza de vida y altas tasas de mortalidad infantil; malnutrición; multilingüismo. (Sabemos, por supuesto, que ese 80% también es heterogéneo, ya que las desigualdades entre los países se expresan igualmente en desigualdades internas tanto o más pronunciadas).
(…)

“Y la escuela de los países periféricos, que aún no aprendió a alfabetizar para el periódico y las bibliotecas, debe enfrentar ahora el desafío de ver entrar Internet en las aulas, no por decisión pedagógica, sino porque “el Banco Interamericano de Desarrollo y Starmedia Network firmaron una alianza para introducir Internet en todas las escuelas públicas de América Latina y El Caribe”.

Ante lo que llaman, una y otra vez “fracaso escolar”, aparecen quienes suponen tener el plan original, salvador. Hoy en día, nos encontramos ante las amenazas de la vaucherización de la educación pública por un lado y el ajuste del gobierno nacional de la mano del FMI a la educación por el otro. Frente a la carencia de planes integrales desde la perspectiva que planteaba Emilia y sus investigaciones, para abordar este proceso tan interesante y tan complejo como la escritura, el lenguaje escrito y oral. Con ministerios que carecen de planes de construcción de bibliotecas en las escuelas y en los barrios, donde los programas de literatura infantil son escasos. Sin herramientas tecnológicas para socializar aún más el acceso de la lectura y escritura, por diferentes medios y donde prácticamente no existen programas de televisión para tal fin y otras actividades culturales.

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Emilia tiene mucho para seguir diciendo y cuestionando. Porque si algo nos parece bien es cuestionar todos los sentidos comunes. Y entonces, retomar también esa reflexión suya en la que dijo que “…durante décadas hemos escuchado expresiones tales como “lucha contra el analfabetismo”, lenguaje militar que caracteriza, además, a quienes son rechazados por el sistema escolar, como “desertores”. Ese lenguaje militar sugiere un enemigo a vencer, y el desliz desde el abstracto “analfabetismo” hacia el concreto “individuo analfabeto” como enemigo visible es casi inevitable, sobre todo cuando la imagen militar es asociada a la imagen médica y se habla de “flagelo social”, “plaga social” y similares…” … “es evidente que no puede haber “lucha contra el analfabetismo (o el iletrismo)” sino acciones destinadas a elevar el nivel de alfabetización de la población (en el entendido que “literacy” designa un continuo que va de la infancia a la edad adulta, y dentro de la edad adulta, un continuo de desafíos cada vez que nos enfrentamos con un tipo de texto con el cual no hemos tenido experiencia previa) (…) y con el mismo espíritu militar y militante, se ha declarado el “Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza”. Yo me pregunto: ¿qué haremos con el multilingüismo? ¿Se les ocurrirá también que hay que erradicarlo porque hace más difícil y más costosa la alfabetización?

Para muchos, fue una adoctrinadora. Para otros un legado que seguir retomando, estudiando, pensando y actualizando. Revolucionó el método de enseñanza. Vamos por revolucionar todo y con ello también la educación toda.

Fuente: La Izquierda Diario.

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