Cuba. A 57 años de la última batalla del Che Guevara
Con su letra de médico, dejó plasmado en un Diario los 11 meses que comandó la guerrilla en la tierra andina, desde el 7 de noviembre de 1966 hasta el día antes del combate en la Quebrada del Yuro.
Era el 8 octubre de 1967. Los relojes pasaron las 12 del mediodía y los disparos enemigos comenzaron en una estrecha quebrada de Bolivia donde Ernesto Che Guevara, junto al grupo de hermanos guerreros, esperaba la noche.
Hasta el atardecer respondieron a las balas; ninguno de los que combatieron cerca de él sobrevivió. Herido, el Comandante resultó capturado.
Lo llevaron hasta el pueblo de La Higuera, y en la escuelita local, 24 horas más tarde, hombres cobardes lo asesinaron. En Bolivia murió, pero no se fue.
Con su letra de médico, este revolucionario dejó plasmado en un Diario los 11 meses que dirigió la guerrilla en la tierra andina, desde el 7 de noviembre de 1966 hasta el día antes del combate en la Quebrada del Yuro.
“Hoy comienza una nueva etapa. Por la noche llegamos a la finca. El viaje fue bastante bueno. Luego de entrar, convenientemente disfrazados, por Cochabamba, Pachungo y yo hicimos los contactos y viajamos en jeep”. Así comienzan las páginas.
Quizás alguna vez, frente las aguas bravas del río Grande, el Che recordó cuando en México le estrechó la mano a Fidel, su llegada a las costas orientales de Cuba en 1956, las noches y los combates de la Sierra Maestra, el amanecer victorioso del Primero de enero de 1959 o los primeros años de Revolución.
Pero lo cierto es que, con esa historia verde olivo sobre los hombros, otras tierras del mundo reclamaron sus esfuerzos, y luego de renunciar a todos los cargos que ocupaba en el joven Gobierno, en 1966 lideró una lucha continental que tomaba como punto de partida a La Paz.
Sacrificios, batallas y aspiraciones pueden leerse en su texto, donde nunca la dureza de la vida en la selva inhóspita y espinosa pudo quitarle su firmeza de roble.
En 1968 por vez primera vieron la luz de la imprenta aquellas páginas que viajaran en su mochila y lo acompañaran en sus pocos momentos de descanso.
Treinta años después, pioneros ubicados a lo largo de de Cuba y buscando tal vez su sonrisa bajo la boina, vieron pasar en una cajita negra, con una bandera antillana encima, los restos del Che.
Al Mayadeen