Liberal no es libertario
Derechos humanos
Desde antes de llegar al poder, el rechazo de los DD. HH. por parte de las altas esferas libertarias era patente. Frases apologéticas sobre el terrorismo de Estado fueron enunciadas incluso en los debates presidenciales y en declaraciones periodísticas donde se criticaba todo derecho común de la población como “curro”. Pero, ¿qué pasaba con los DD. HH. y los liberales?
Cuando el rey gobernaba, su poder era absoluto. Si alguien osaba desafiarlo, todo el peso del poder real le caía encima: tormentos públicos, prisión, torturas, etc. El liberalismo surge como una respuesta frente a esa violencia, era necesario ponerle un límite a ese terrible poder del Estado que impedía el desarrollo de una sociedad que se comportara y pensara libremente. La conocida frase liberal “limitar el Estado” tiene la experiencia del rey tirano como punto de partida. Los liberales creían que era necesario disponer de un conjunto de leyes que protegiera a los ciudadanos y sus propiedades frente a cualquier intento temerario del poder de turno. ¿Sabés cómo se llamaron esos derechos que protegían a las personas? Derechos humanos. Sí, y aunque te parezca raro, son producto de la reflexión liberal como una forma de garantizar derechos básicos (cuya discusión proviene de tiempos más antiguos). El liberalismo abogaba por la existencia de DD. HH. que surgen como respuesta a un Estado que ejercía de forma violenta su poder contra sus ciudadanos.
Lo curioso no es solo el ataque a los DD. HH. que profesan abiertamente los sectores libertarios que actualmente gobiernan, sino que, en su ejercicio del poder, son todo lo contrario al liberalismo. Se comportan como el rey tirano frente al cual los liberales surgen: hacen uso de la fuerza contra toda persona que no piense como ellos (alejándose la tolerancia tan preciada para los liberales) y emplean la extorsión para lograr sus “acuerdos”; el “Pacto de Mayo” es una muestra clara: o apoyan las reformas o las provincias tendrán problemas al recibir dinero. La forma en cómo el actual presidente Milei conduce el Estado muestra precisamente el peligro que denunciaban los liberales cuando se referían al ejercicio del poder por parte del rey.
Educación pública y laica
Hay otro punto donde el actual gobierno se distancia de forma abismal del liberalismo: la educación y la laicidad. Seguro escuchaste lo que están haciendo con CONICET, CONAE o las universidades, están desfinanciando la educación y la ciencia, echando gente de su trabajo y calumniando todo el tiempo a la educación pública. Ese desprecio por lo educativo y todo lo que pueda generar pensamiento crítico y conocimiento es otro abismo entre los libertarios y los liberales.
La educación fue fundamental para los liberales, al punto que, en nuestro país, el impulso por la educación pública y laica (Ley 1.420) tuvo su origen en movimientos políticos liberales. La Ilustración, por ejemplo, fue el movimiento filosófico y político más importante del liberalismo, y que marcó un antes y un después en cómo ver al conocimiento, la ciencia y, sobre todo, el vínculo de ambos con la política. John Locke, padre del liberalismo, llegó a escribir que el Estado debe garantizar la educación y la salud de las personas. La educación para los liberales no solo debía ser pública, para todos, sino que también debía ser laica, ajena a toda influencia de la religión que afectaba la capacidad de pensamiento de las personas. La libertad no se daba solo con derechos, también se necesitaba de una educación que estimulara esa libertad en el pensamiento crítico.
Un liberal no recorta la educación pública, busca ampliar su alcance a todas las personas. Si a lo dicho le sumamos el carácter particularmente religioso que el Ejecutivo gusta ostentar con posteos en redes que muestran al presidente como una especie de Moisés con Twitter, parece que el adjetivo liberal se aleja mucho de la experiencia libertaria. La educación para los liberales iguala y es fundante de una sociedad mejor. Destruir la instrucción pública no te hace liberal: te coloca en un lugar muy cercano a aquellos reyes que buscaban una educación limitada y solo para hijos de ricos.
Liberalismo y derechos de la mujer
El ataque al feminismo y la negativa a reconocer que una mujer cobre menos que un hombre por el mismo puesto (el trabajo que sostiene esto le valió el premio Nobel de Economía en 2023 a Claudia Goldin) es un punto que caracteriza la política de Estado de la actual gestión. Pero ¿qué pasa si te dijera que el liberalismo no solo fue el pionero en la laicidad de la educación, sino también en los derechos de las mujeres? Padres del liberalismo como Stuart Mill sostuvieron y apoyaron un reclamo que los antecedía: la necesidad de reconocer que las sociedades no eran equitativas con las mujeres. Privarlas de educación y derechos políticos era una condición dada casi por natural que fue duramente criticada por los liberales. Investigadores ligan la primera ola feminista al movimiento liberal del siglo XVIII que produjo la Revolución francesa. En Argentina, movimientos políticos inspirados en el liberalismo levantaron sus banderas para luchar por la participación política de la mujer.
Si el liberalismo era, entre tantas cosas, educación pública, derechos humanos y la necesidad de reconocer el lugar de la mujer en la sociedad, ¿por qué el gobierno actual se jacta en la negativa de esos tres puntos y se autodenomina liberal? La razón es sencilla: mienten o, en el menor de los casos, están equivocados. Los libertarios no son liberales, son “neoliberales”.
Neoliberalismo: viejas recetas con nueva melena
Ciertos personajes ligados al gobierno hablan sobre la “no existencia” de neoliberalismo, que sí existe y se diferencia sustancialmente del liberalismo clásico. Surgido a mediados del siglo XX, tiene su auge en la posguerra y es una corriente filosófica, política y económica con una idea central: separación del Estado y el mercado. Es este punto del cual toman el término “liberal”, los liberales originarios planteaban esta separación también. Pero esa “separación” en el neoliberalismo es solo de palabra, porque pretende que el Estado apoye al mercado quitando todo derecho o regulación que limite la voracidad de empresarios millonarios sobre los recursos y trabajadores del país. La ley de flexibilización laboral que se votó con De la Rúa, e incluso los derechos laborales que el gobierno actual quiere modificar con su “Ley Ómnibus”, son ejemplos de cómo el Estado se inclina y favorece a un mercado que le pide la quita derechos que benefician a trabajadores, generando así que las empresas millonarias tengan menos cargas y, por supuesto, vos pierdas aguinaldos, vacaciones o estabilidad laboral. El objetivo es reducir el costo laboral y aumentar sus ya millonarias ganancias. Para los libertarios, no hay separación entre Estado y mercado: hay un Estado doblegado a las exigencias de los millonarios.
El neoliberalismo, a diferencia de su pariente lejano que estaba interesado en la política democrática, estuvo casi siempre ligado a expresiones totalitarias del poder. En América Latina, el neoliberalismo desembarca con el “Plan Cóndor”. En nuestro país, lo hará concretamente con la dictadura del 24 de marzo de 1976, continuó con Menem y hoy está en pleno auge pretendiendo mostrar como novedosas recetas que ya destruyeron tres veces a Argentina. El neoliberalismo no busca un país soberano y justo: busca generar un reparto de la riqueza para aumentar los bolsillos ya llenos de los de siempre y que el resto nos quedemos con las migas.
La receta actual de gobierno dista de ser nueva y se aleja de ser liberal: es solo la expresión de sectores económicos que pretenden destruir el país para llenar sus bolsillos. Esos mismos sectores pretenden que el Estado se comporte de forma muy similar a como lo hacía un rey: hacer uso de la violencia como una forma de garantizar una distribución de los recursos que favorezcan y sostengan a los más ricos, mientras todo aquel que proteste es castigado o amenazado.
El gobierno actual pretende subirse sobre una épica que no le corresponde. Desde el Ejecutivo, están llevando a cabo una destrucción de la educación pública, la ciencia y la política en general que se distancia del sentido liberal de la política. Una crítica liberal al estado libertario muestra que el interés del rey nunca desapareció y ahora despierta con pompa novedosa, silencio planificado y formato virtual.
Fuente: Federico Uanini para La tinta / Imagen de portada: LUIS ROBAYO / AFP.