Argentina. Fue víctima de trata y hoy escribe su historia para ayudar a otras
Lorena es una mujer trans que hoy tiene 44 años y más de la mitad de su vida estuvo atravesada por situaciones de violencia que dejaron huellas difíciles de borrar. Dueña de un pasado marcado por la prostitución y la falta de oportunidades, dejó todo atrás para cumplir su sueño de terminar la carrera de Historia y escribir el libro que tanto añora.
La profundidad de su mirada y los silencios a los que recurre cuando habla de su pasado fueron una constante durante su crudo relato que hoy se llena de esperanza cuando habla de su familia, proyectos y anhelos.
En el año 1998 Lorena cursaba el tercer año del profesorado de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo cuando decidió cambiar su historia y transformarse en una chica trans, situación que no pasó desapercibida por la institución que, desde hace años, es conocida por tener una de las líneas más conservadoras dentro de la alta casa de estudios.
En ese momento regía en la provincia el artículo 80 del Código de Faltas que penalizaba «la simulación de sexo». La normativa destacaba que «quien en la vida diaria se vistiere y se hiciere pasar como persona de sexo contrario, sería castigado con arresto hasta quince (15) días o con multas».
«Tomé la decisión de seguir mi corazón y comencé a ir vestida de mujer a la facultad que era lo que siempre quise ser, porque trans se nace, no es una elección», dijo Lorena y explicó que esa determinación derivó en el abandono de sus estudios y su posterior ingreso en el mundo de la prostitución.
Lorena cuenta que desde los 4 años, cuando festejaban los cumpleaños en el jardín de infantes quería vestirse toda de rosa y maquillarse como sus compañeras. «Mi mamá me decía que eso no se podía porque era un varón pero tenía una amiga que sabía de mis inquietudes y su mamá me enseñó a maquillarme. Siempre quise ser una mujer. Cuando fui a Punta del Este en el año 1994 por primera vez vi a una mujer trans y en mi corazón estaba la idea de que quería ser así», dijo.
«Siempre quise ser una mujer. Cuando fui a Punta del Este en el año 1994 por primera vez vi a una mujer trans y en mi corazón estaba la idea de que quería ser así», dijo.
Ser una mujer trans tuvo consecuencias en su vida, desde la imposibilidad de acceder a la educación que tanto ansiaba hasta perder la relación con su familia y tener que abandonar la casa que habitaba en el departamento de San Martín. «En un principio mi familia me cerró las puertas, dejé de tener relación con ellos y tuve que irme de mi casa para vivir con otras chicas en el sector 8 del Campo Papa donde mi vida cambió completamente», destacó con la voz entrecortada.
El silencio se apoderó de su relato, pasaron varios segundos y luego de un largo suspiro que denotaba cierta tristeza, dijo: «A los tres días estaba parada en una esquina trabajando de prostituta. Entré a un mundo que desconocía, lleno de odio y discriminación. Fui víctima de rufianismo, durante 4 o 5 años para salir de ese mundo tuve que dejar un auto que era la única pertenencia que tenía».
Lorena tomó una pausa en su historia para explicar el concepto de rufianismo que es cuando una mujer trans mayor se abusa de las chicas trans que son más chicas y les cobra una plaza para estar paradas trabajando, «esa situación es bastante común en el ámbito de la prostitución donde quienes se inician deben pagar derecho de piso».
«HOY LA REALIDAD DE LAS MUJERES TRANS ES OTRA, TIENEN DERECHOS Y POSIBILIDADES QUE ANTES NO TENÍAMOS», DIJO LORENA.
En más de una ocasión pensó dejar su trabajo en la calle para retomar los sueños y expectativas que dejó guardados cuando abandonó la facultad. «Me postulé y salí reina de la Vendimia Gay lo que me abrió otro abanico de posibilidades como hacer shows y trabajar en otros lugares», contó pero «a las personas que me sometían no les gustó la idea y una noche me mandaron a violar y casi me matan…me dejaron tirada frente a la Catedral de Nuestra Señora de Loreto».
LORENA FUE VIRREINA DE LA VENDIMIA GAY
En ese momento, según Lorena empezó una relación de fe con la iglesia que continúa al día de hoy. «Pude sobrevivir… mientras me sucedía eso miraba la cruz de la iglesia y le pedía a Dios que me salvara». Si bien logró recuperarse de la situación vivida, fue captada nuevamente con condiciones similares. «Conocí a un chico que fue mi pareja y me tenía trabajando en un departamento las 24 horas donde me golpeaban todas las madrugadas, así estuve tres años de mi vida hasta que un día decidí escapar e irme a Mar del Plata», contó.
En ese momento, Lorena tenía 26 años y pagaba «una plaza» en la ciudad costera que le permitía trabajar en mejores condiciones y con «cierta tranquilidad» pero un día vivió un robo y conoció a quien sería su pareja durante los meses siguientes.
«Un chico se acercó a ayudarme, estuve casi un mes viviendo con él y nos hicimos pareja», explicó. Luego de unos meses, el hombre le ofreció viajar a Bahía Blanca para cambiar su vida con una nueva propuesta de trabajo. El entusiasmo de un nuevo comenzar en otro lugar duró muy poco, sus ilusiones se desmoronaron cuando llegó al lugar y descubrió que había sido vendida por su pareja a un cabaret.
«Fui víctima de trata de personas, estuve casi dos años encerrada en ese lugar hasta que salió la Ley de Marita Verón donde se abrieron las puertas de los prostíbulos y cabarets», recordó. Cuando piensa en el momento de su libertad, dos cosas se le vienen a la cabeza; por un lado, un relato crudo del momento en que salieron ella y todas sus compañeras con los brazos sangrando debido a que las obligaban a inyectarse para trabajar. «Nos drogaban todos los días, éramos 4 chicas y 2 chicos incluidos algunos menores de edad», contó.
Por otro lado, su recuerdo la remonta al momento en que se comunicó nuevamente con su familia y fueron a buscarla para volver a Mendoza. «Después de todo lo que viví en Bahía Blanca, necesitaba comenzar de nuevo junto a mis afectos», narró Lorena.
Su regreso a Mendoza no fue fácil, las cicatrices eran muchas y el dolor estaba latente; a pesar de los horrores a los que fue sometida, aún tenía esperanza de poder tomar las riendas de su vida. «Decidí capacitarme en los CCT pero cuando fui me dijeron que ese lugar no era para personas como yo…una profesora que escuchó me dijo que haga una denuncia en el INADI, después de eso pude comenzar a cursar», dijo.
«Me capacité como peluquera y maquilladora, fui trabajando de eso durante un tiempo pero lamentablemente la gente no es muy inclusiva y aún hoy lucho por salir adelante», agregó.
Mientras asistía a los Centros de Capacitación para el Trabajo, conoció a la hermana Mónica, una carmelita descalza que ayudaba a chicas trans. «Con Camila y Brenda, dos amigas con las que nos conocemos desde hace más de 20 años, la llamamos y le planteamos nuestros sueños, nos contactamos a través del Plan Potenciar trabajo que nos exigía realizar algunos cursos para poder cobrar ese dinero» dijo. En ese momento realizaban trabajos de costura, con la ayuda del padre Daniel Ferconesi y el fraile Marcelo Hidalgo quienes les abrieron las puertas de la iglesia lo que les permitió encarar un proyecto llamado Ladys que aún hoy sigue vigente.
«Hace dos años, justo al inicio de la pandemia, nos invitaron a la pastoral Guadalupe donde tenían unas máquinas de coser y comenzamos a hacer batas de sanidad y luego uniformes para colegios privados. De esa forma pudimos salir a flote», contó Lorena y explicó que, si bien sus amigas continúan con el emprendimiento, ella decidió abandonar el proyecto ya que tiene otros sueños. «Quiero retomar mis estudios y ser doctora en Historia Antigua. Pasé a segundo año y de a poco voy volviendo a hacer lo que quería», relató.
«Me está costando muchísimo, a veces hago algunos trabajos de peluquería y tengo una beca que me permite afrontar los gastos de transporte y servicios más una ayuda de la iglesia en mercadería. Voy tirando y mi familia me ayuda. Estoy esperando la oportunidad del cupo laboral trans, me inscribí en varios concursos pero aún no he tenido suerte», agregó.
Su nueva vida no está exenta de dificultades y desafíos pero ahora cuenta con el apoyo de otras personas que forman parte de su círculo de contención. «Mi familia está compuesta por mi mamá, dos hermanos, mi papá y mis sobrinos. Al principio fue muy chocante para ellos… aceptaban que fuera un chico gay pero no una chica trans. Después de mucho tiempo lo aceptaron y hoy vivo con mi mamá y mi hermana. Para mis sobrinos soy la tía Lore, paso a paso fui consiguiendo eso», dijo visiblemente emocionada y agregó: «Encontré gente que me está ayudando para seguir adelante. Estoy haciendo cosas de peluquería y trabajos a domicilios, tengo 27 años esperando la oportunidad de tener un trabajo digno y dentro de poco va a llegar ese día».
«Estoy muy orgullosa de lo que soy, si volviera a nacer volvería a ser una chica trans», destacó Lorena.
Desde hace años escribe sus historias y hace unos meses participó y ganó un concurso de microrrelatos de la Municipalidad de Guaymallén. «Estoy haciendo lo que me gusta y viviendo como siempre quise. No me arrepiento de nada porque lo único que podía hacer para sobrevivir era estar parada en una esquina. En mí siempre existieron los valores que me inculcó mi familia que eran no lastimar nunca a nadie, estoy muy orgullosa de lo que soy, si volviera a nacer volvería a ser una chica trans», finalizó Lorena.
Fuente: mdzol.com